domingo, 13 de enero de 2019

EL TIEMPO ES UN LEÓN DE MONTAÑA



Una invitación para viajar a la orilla del tiempo*

ANTONIO LARA RAMOS
Escritor, novelista y ensayista (Granada-España)


Trinidad Gan
El tiempo es un león de montaña
Visor Libros (2018)
XX Premio de Poesía Generación del 27

Trinidad Gan (Granada, 1960) ha publicado varios libros de poesía: Las señas del pirata (Cuadernos del Vigía, 1999); Fin de Fuga (Visor, 2008), que obtuvo el XX Premio de Poesía Ciudad de Cáceres; Caja de fotos (Renacimiento, 2009), XII Premio “Surcos de poesía”; y Papel ceniza (Valparaíso Ediciones, 2014). Ahora nos presenta su último trabajo, El tiempo es un león de montaña (Visor Libros, 2018), XX Premio de Poesía Generación del 27.
Con la madurez que se aprecia en su poesía, lo primero que hace la autora en El tiempo es un león de montaña es invitarnos a viajar y ponernos en camino. Para ello elige una ruta, “Carretera 50”, y como si hiciera un ejercicio mentor acuna su invitación para que así podamos encarrilar mejor este viaje por semejante carretera inhóspita hacia un tiempo en fuga, cuando no detenido a orillas del silencio.
Sin importar la incomodidad del camino, ni los obstáculos, ni ese momento tan peligroso entre dos luces en que se convierte el atardecer, cuando más fácilmente asalta la confusión a nuestros ojos cansados, nos pone en marcha. No obstante los riesgos de este trayecto no exento de nostalgia, merece la pena emprenderlo, porque solo la nostalgia nos predispone para acopiar las fuerzas necesarias si no queremos desistir en su emprendimiento. Y así es como se entrecruzan vidas, otras vidas, que también buscan, anhelan, cómo vivir.
El tiempo es un león de montaña es un viaje por el tiempo, el mismo que todos emprendemos, aunque a veces sea a ninguna parte. Ese tiempo, inflexible a la vez que balsámico, dispuesto a intervenir en los aconteceres de nuestra vida de ese mundo desmemoriado que nos persigue. Para ello, el continuo implacable que lo caracteriza es proyectado por su autora metafóricamente en cada uno de los poemas que configuran este libro.
El poemario se inicia con un primer poema a modo de prefacio, el citado “Carretera 50”, para a reglón seguido dividirse en tres partes, como símbolo del viaje personal que cada cual acometemos: “Noticia del león en las ciudades”, “Reflejos en un ojo felino” y “Dentro de mí, la fiera”. En cada una de ellas, Trinidad Gan hace una propuesta distinta bajo una misma inercia: la búsqueda del tiempo que se fue y el que vendrá, el mismo que se nos escapa de las manos y que marca nuestros ritmos de existencia, presto a “alborotarme todos los recuerdos”.
En los trece poemas de la primera parte el león anda suelto por las ciudades (“Sospechan que el león bajó de la montaña”), ciudades de todas partes, hasta hacerlas inhóspitas, apremiadas por la sinrazón, convirtiéndolas en tristes y afectadas por la barbarie: “El hombre, como dice la leyenda: / ese raro animal que desconoce / todo aquello que no puede nombrar”. Y luego, esos reflejos en el ojo de un felino que como destellos de nuestra propia sombra saltan a los ojos del lector para estimular su existencia: “Palabra en tránsito: / el latido del tren / tensa mis letras”. Finalmente, en la tercera parte, “Dentro de mí, la fiera”, otros trece poemas nos atisban la bestia que salta dentro de nosotros, esa fiera que llevamos dentro, a veces indómita, en ocasiones sintiéndonos arrinconados por las obsesiones que nos persiguen: “¿O tal vez era sólo ella misma / ese animal mojado que parecía cercarla”.
El poemario es un trasiego que conduce hacia el momento en que el león en la montaña termina atrapando a su víctima indefensa: “ponía sólo en mí su mirada de intriga, / la fijeza letal de unos ojos selváticos”, hasta que “al fin me dio caza”. Así, paso a paso, con la maestría con que lo hace su autora, con versos que avivan rescoldos interiores de modo subyugante.
No sé, como dice Trinidad Gan, si iniciar este viaje tendrá sus riesgos, pero viajar a través de los versos de El tiempo es un león de montaña es suficiente para provocar el efecto de sentir que el recorrido será compartido entre ella y nosotros, como la búsqueda continuada a que nos somete nuestra propia existencia. Estimula apreciar el componente narrativo del lenguaje, cómo se articula la poesía en este poemario hasta el punto de que su lectura alcanza la perfecta simbiosis entre narración y lírica, algo que la propia autora justifica muy pronto al elogiar lo imperfecto que está en nosotros, de modo que nos “roce su trazo de belleza, irremisiblemente humano”.
Nos enfrentamos, por tanto, a un poemario al que debemos acudir para escarbar en los riesgos de vivir, en la acuciante necesidad de ser como almas que navegamos sin rumbo ante una realidad incómoda e inundada por la vocación de huir hacia un destino que tal vez no llegue demasiado lejos. Así, de ese modo, como Trinidad Gan nos transmite, con la duda alentada más allá de cualquier certeza.
* Reseña publicada en Álabe. Revista de la Red Internacional de Universidades Lectoras, nº 19, enero-julio, 2019


martes, 8 de enero de 2019

Y A PESAR DE LA NIEBLA



Goya Gutiérrez (Cabolafuente, Zaragoza, 1954) ha publicado varios libros de poesía: De mares y espuma (La mano en el cajón, 2001); La mirada y el viaje (Emboscall, 2004); El cantar de los amantes (Emboscall, 2016); Ánforas (Devenir, 2009); Hacia lo abierto (Barcelona, 2011) y Grietas de luz (Vaso Roto, 2015). Ahora nos presenta su último trabajo: Y a pesar de la niebla (In-Verso, 2018).
Con la madurez que mana de su poesía, Goya Gutiérrez inicia el poemario diciendo: “Desnúdate de sauce, de sus lánguidas ramas, y viste de saúco, de todos sus brebajes / en el hervor del tiempo, sobre el papel en blanco”, como si pretendiera, al igual que el árbol del que se obtiene la medicina diaforética, librarnos de prejuicios y malestares, y que nos dispongamos sin ambages a disfrutar de su poesía.
Y a pesar de la niebla es un viaje por los interiores más recónditos que nos resultan  imposibles eludir porque sobre ellos terminamos construyendo lo que somos. Ahí están presentes los recuerdos de todo tiempo dispuestos a intervenir en los aconteceres de nuestra vida, como si nos dirigiéramos hacia el oleaje de vivencias ubicadas en el tiempo y en el espacio, a las que siempre recurrir: una habitación, las tardes, el eco de los túneles, el flujo de la lluvia…, allí donde los recuerdos nos hablen.
El poemario se divide en tres partes: “No dejes”, “Recuerdos como objetos redondos” y “Y a pesar de la niebla”. En cada una de ellas, Goya Gutiérrez hace una propuesta distinta que habla de superación, de vencimiento de todas las adversidades, y en las que diseccionada en pequeñas instantáneas el esfuerzo por la supervivencia frente a la incertidumbre existencial. Una búsqueda que a pesar de la niebla que tanto nos ciega anhelará siempre esa lluvia clara dispuesta a lavar “de su sombra a las cenizas”.
En la primera parte la autora se rebela en sus poemas contra todo lo que es capaz de confundirnos en la vida. Por eso apela a que no dejemos “que los grises días de la insuficiencia apaguen” nuestro espíritu, a pesar de que nuestros miedos estén acechantes y reabran, al menor descuido, las heridas. Vencer aun cuando el camino se haga más inhóspito, penetrar por las grietas que abre la desidia, enfrentarse a la extorsión del pasado incómodo, desoír las voces que llegan para confundirnos, incluso el universo de lo más procaz y absurdo, que también es enemigo de las ilusiones.
En la segunda se hacen presentes los recuerdos capaces de agolparse al mismo tiempo, como “en los ecos de túneles candentes que llegan de la infancia / hay espigas de cabelleras aéreas que yacen espaciadas / sobre la piedra circular del sacrificio”. Y aquellos otros que “se deslizan como anguilas, por las oscuras oquedades del olvido”
Finalmente, en la tercera parte, “Y a pesar de la niebla”, veinte poemas para reivindicar la poesía y la amistad, y también la soledad que ayuda a reconfortarnos con nosotros mismos, a “vivir alguna vez en el silencio de una casa  / habitada por parte de ese bosque / en donde me refugio del gran ruido del mundo”.
Des e este modo como podremos encontrarnos con la sublime profundidad poética de Goya Gutiérrez, y también con la serena y estimulante lectura de los poemas que se suceden como un relato de la vida en este hermoso poemario.