Cuando
esta novela ganó el premio de Biblioteca Breve en 1965 a mí me encantaban los
tebeos de Mortadelo y Filemón, las aventuras
de El Jabato y las hazañas de El capitán Trueno, además de una pléyade
de personajes como Carpanta, Josechu ‘el vasco’ o los grandes inventos de Franz
de Copenhague. Mi conciencia social estaba atravesada por los intereses de un
niño y las imágenes que captaban la retina de ese niño en el humilde barrio de
San Lázaro de Granada.
No
sería hasta muchos años después, como es fácil comprender, cuando leí Últimas tardes con Teresa de Juan Marsé.
Fue otro de los libros que me descubrieron el discurso literario y la dimensión
crítica de la literatura en la Facultad de Letras, en aquel arranque de los
ochenta. El libro realmente me sedujo.
La Barcelona que nos retrata Marsé
en esta novela es la de esa ciudad de claroscuros y contrastes que tiene la
pujanza de una urbe que trata de desprenderse de la miseria de la posguerra,
con una burguesía dispuesta a consolidarse, aunque sea comulgando con el régimen
franquista, y a la que llega un ejército de mano de obra barata a través de la
emigración del resto de España, sobre todo de Andalucía y Extremadura.
Últimas tardes con Teresa nos muestra ese contraste social a través del codicioso Manolo ‘Pijoaparte’,
un inmigrado que pretende alcanzar pronto una posición económica holgada por medio través del trapicheo y de su relación con la bella Teresa, una joven estudiante
progresista e idealista, miembro de una familia de la alta burguesía catalana. Un
contraste social marcado por
la mísera realidad que ahoga a unos, la hipocresía social más acentuada y los caprichos
de los estratos sociales más favorecidos. El destino se mostrará como juez,
disponiendo el devenir de todos esos deseos. Aquí es donde apreciamos la gran dimensión
del discurso social
e ideológico de Marsé que quizás nos parezca, en nuestros días, sostenido con argumentos
trasnochados, lo que no desmerece la fidelidad con que alcanza a reflejar las
claves sociales de aquella Barcelona
de los cincuenta.
Este
libro volví a leerlo hace ahora cuatro años. Fue en un viaje de ida y vuelta en
autobús a Madrid en enero de 2012. La lectura me hizo revivir en una mayor
dimensión el personaje de ‘Pijoaparte’. ‘Pijoaparte’ es el prototipo de una
sociedad de desigualdades acentuadas y de marcadas clases sociales. ¿Cuánto sería
capaz de representar este tipo a los españoles de aquellos años?, seguramente
mucho, en una Barcelona que recibía un aluvión de jóvenes inmigrantes, con la
impaciencia de alcanzar pronto la posición económica que les sacara de la
miseria que les había llevado hasta allí. Quizás no tuvieran ninguna conciencia
social consolidada, pero la ambición económica les impelía mostrarse decididos
a alcanzar sus anhelos. Pero ‘Pijoaparte’ es un personaje tan atemporal que no
desentonaría en la época que precedió a 2012 (con la crisis económica ya
declarada) de desbocada especulación y aparición de nuevos ricos, donde lo
importante era ganar pronto dinero fácil sin que importaran los valores éticos
y morales. Borda Marsé al personaje y, probablemente, nos retrate a muchos de
nosotros.