martes, 31 de julio de 2018

LUCIÉRNAGAS



El resurgir contemporáneo del aforismo*

ANTONIO LARA RAMOS
Escritor, novelista y ensayista (Granada-España)

Carmen Canet
Luciérnagas
Editorial Renacimiento, 2018


Por las manos de Ángela y de Inés la luciérnaga de aquel verano caminaba confiada. De una a otra se pasaba sin advertir peligro alguno. Años hacía que no se veían en el jardín. Dicen que los tiempos las están aniquilando, acaso por la desidia y el malfacer de los hombres, el mismo que acabará también con este mundo a poco que no se esmere.
Luciérnagas de Carmen Canet (Almería, 1955) nunca se extinguirá, la luz que irradian sus aforismos sirve para iluminar la vida y a los hombres, la sola existencia de estos siempre la mantendrá activa como ese foco al que dirigir la mirada en tiempos confusos. En este pequeño libro de la prestigiosa colección “A la Mínima” de la editorial Renacimiento, adaptado en su formato a las exigencias minimalistas del aforismo, el pensamiento de la autora cobra vitalidad en dosis comprimidas. Al igual que los diminutos lampíridos, donde las hembras iluminan parte de su abdomen para atraer a los machos, Luciérnagas alumbra la reflexión a la espera de que en ella fecunde una propuesta reflexiva capaz de salvar al ser humano de la testarudez que tanto lo idiotiza.
Carmen Canet es profesora, crítica literaria y una de las más destacadas aforistas del panorama literario español. De dilatada trayectoria en la crítica literaria, sus reseñas en distintas revistas y periódicos son incontables. Como aforista tiene publicado Malabarismos (Valparaíso, 2016) y el volumen que nos ocupa. Asimismo ha editado Él mide las palabras y me tiende la mano. Aforismos en la obra de Luis García Montero (2017). También ha sido incluida en las antologías Bajo el signo de Atenea. Diez aforistas de hoy (2017) y Concisos. Aforistas españoles contemporáneos (2017). 
Pasajes, paseos, pasos, paisajes, son los entornos por donde camina en sus recorridos aforísticos Carmen Canet. En un caminar libre, sin limitaciones ni encasillamientos, sin las restricciones que pudieran aparecer al referirse, en una suerte de frases breves y ágiles, a los temores y las incertidumbres que nos acechan. Porque Carmen denota ser un espíritu libre, donde la vida, el amor, los instantes o el arte son los escenarios en los que actúa, gesticula, reflexiona, piensa.
Los aforismos de Carmen Canet tienen una impronta que los eleva desde el pensamiento filosófico hasta el reflexivo, desde la sugestión hasta la sátira y el sarcasmo, incluso hasta alcanzar en algunos de ellos cierta categoría metaliteraria. Ella misma se ve en ese papel cuando dice: “Los aforistas son como mineros, extraen los metales nobles de la vida”. Nada impide que el ímpetu que parece caracterizar a sus sentencias no terminen provocando la cavilación del lector. Van más allá de ese conjunto de letras reducido que lo componen, y como buenos aforismos no concluyen en sí mismos.
Carmen Canet nos presenta la propuesta de Luciérnagas dividida en cuatro entornos (Pasajes de vida, Paseos con amor, Pasos cortos y Paisajes con arte), y me atrevería a decir que los camina todos sin hacer distinciones ni separaciones en las ideas que pretende expresar. En todos ellos es la vida, la cotidianidad, los sentimientos o el amor lo que está presente. Al mismo tiempo no falta en ellos el compromiso de su autora con los tiempos que nos han tocado vivir cuando dice: “Le daban patriarcadas de tanta injusticia y tan poca igualdad”.
La lectura de los aforismos de Carmen consigue el efecto de que explosionen en nuestra mente, al tiempo que removiendo las neuronas con tanto vigor para que desde la reflexión nos invite a la discrepancia, la incertidumbre o la duda. Sus aforismos tienen la fuerza suficiente de convertir al lector en protagonista de la continuidad que sigue al ofrecimiento imaginativo y profundo de la autora sobre las cosas que nos pasan en el vivir: “El aforismo es un pasillo estrecho que luego nuestra mente ensancha”.
La impronta hiperbreve que apreciamos en algunos de ellos, con momentos en que se intuye una escritura de urgencia, tampoco es óbice para estimular en nosotros las emociones a través de esas fracturas del pensamiento que siempre dejamos abiertas: “Los espejos son fieles aunque, a veces, nos gustarían que nos engañaran”; o la ternura: “Cuando la piel está bien acariciada, tiene eco”. Como asimismo la intención de despertar una sonrisa: “A cierta edad algunas cosas están menos firmes, pero están más relajadas”.
Cabe tanto en tan poco: “El aforismo es un diminutivo aumentativo”, que Luciérnagas se convierte en una obra capaz de proporcionarnos tanta luz como si se tratara de grandes silencios o de grandes conversaciones.
* Reseña publicada en Álabe. Revista de la Red Internacional de Universidades Lectoras, nº 18, julio-diciembre, 2018