viernes, 7 de abril de 2023

CIEGA CLARIDAD de Pura Fernández Segura

 

 

En Pura Fernández Segura siempre intuí una mirada calma hacia la profundidad del alma del ser humano. Siempre la he percibido así, en las conversaciones, en el deseo de aproximarse al conocimiento, en cómo aborda el sentir de la vida a través de sus poemas…

Estábamos esperando, con no poca expectación, el nuevo poemario que volviera a poner a Pura en el escaparate de la actualidad poética, del que creemos no se había ido, tras aquella Zona próxima (Ediciones Dauro, 2014), que tanto me subyugó. Y lo hace con Ciega Claridad (Entorno Gráfico Ediciones, 2022), en una propuesta que nos traslada al universo de lo trascendente.

Ciega Claridad se presenta en dos, o tres, partes, según lo miremos. En la primera, “Temet nosce”, la autora nos impele a conocernos y tomarnos en serio, en un afán de atrapar lo trascendente en la búsqueda de nosotros mismos: “Es preciso abrirse en canal y a punta / de cuchillo penetrar en lo oculto / y sacar al sol / esa parte insondable del ser / que nos conforma”.

Un tono existencialista impregna los poemas, como si transitara hacia ese anhelo que todo ser humano busca: la luz que sosiegue tantas dudas, en un intento de evitar las incertidumbres que nos asaltan. Pues de lo contrario, el riesgo acechante: “Te vas, luz, con la tarde de la manos, / y contigo voy hasta la penumbra / estéril del insomnio”, nos sucumbiría en el silencio de la nada. Y así, sigue el poemario, con sones de silencio, rumor, sonido, espacio, encaminándonos a la introspección que tantas veces buscamos, y que están en estos poemas. En un verso mudo, donde “pesa el silencio / piedra hermética en caída libre.” Y en un halo de esperanza, la del poeta cantando a la luz: “Que alumbre versos en sazón / y dulces los gustemos.” 

Aunque la métrica importe menos, el sonido que acompaña los versos facilita el placer de su lectura, tocada por una musicalidad compuesta por palabras que nos trasladan al ritmo, la emoción, la música, a esa sutiliza que es la poesía de Pura.

“Cerrado de mis horas” es la segunda parte del poemario tintada por una aire más sentimental, donde los entresijos de la afectividad nos desvelan las sombras y las luces de la condición humana: la belleza, la maldad, la ambición, la moral… Y el amor: “Qué fue del amor, / negra golondrina abrevando / en pálidas fuentes”. Y el desamor: “No sabría decir las veces / que he dejado la puerta abierta / y el corazón tendido. / Y pasaste de largo.”

El poema “Hay guerras” es un canto tanto a la vileza humana, que no sabe otro modo de solucionar sus contiendas, como también a las que explotan en nuestro interior cuando alguien despierta algo más que una mirada: “Guerras amorosas cuya estrategia / no es otra que la entrega.”, aunque alguna de ellas la tengamos perdida, sin armisticio que valga. Cabría decir que esta segunda parte es complementaria de la primera, pues también está impregnada de cierto existencialismo, aunque de tono vitalista: “Y no quiero que acaben, como insectos, / entre las páginas del libro / cerrado de mis horas.”.

Y hablemos de una tercera parte, “In memoriam”, que el lector pueda o no considerar, porque se muestra como pieza separada, aunque su relato no difiera de las otras dos partes. Si no lo desean, que no sea una parte, que sea el conmovedor homenaje donde afloran esos sentimientos que jamás se extinguen: los del dolor y los del amor por la pérdida de seres queridos que dejaron en la orfandad a Pura. “Manos” para alabar las que una vez la cuidaron de niña, y seguro que después, porque tenían “el don de la caricia y el calor que desprende la ternura.” Y “Dompedros”, para no olvidar al hermano que un atardecer se abrió “contándome lo que nunca antes / habías dicho a nadie.”

Ciega Claridad, el poemario de Pura Fernández Segura, que cautiva en su transitar lento y sonoro por la existencia de los parajes más íntimos del ser humano, por versos que encierran universos por descubrir; los que cada cual guardamos como huellas imperecederas.

Los poemas que nos brinda Pura buscan adentrarse en tantas oquedades de lo que somos, que seguramente con su lectura aflorarán aquellas henchidas de sentimientos que una vez olvidamos como medio para suspirar ante lo dañino, buscando la serenidad que nos sosegara.


 

jueves, 2 de febrero de 2023

LOS CANTOS RODADOS de Carmen Hernández Montalbán

 


Carmen Hernández Montalbán es una infatigable activista cultural. Es lo primero que me salió de la boca el día que le presenté en Granada su novela, Los cantos rodados (Editorial Adarve, 2022), en la Biblioteca de Andalucía (20/01/2023). Licenciada en Documentación y diplomada en Biblioteconomía (Universidad de Granada), actualmente es archivera del Archivo Diocesano y Capitular de Guadix. Es autora, entre otras, de varias obras: Pictorias para leer con lupa (2010), Variaciones quijotescas (2020) y Sucedió mañana (2021): y de los poemarios: La luz del fin de la tierra (2015), Los anillos de Saturno (2017) y Verso sobre lienzo (2021). Entre sus galardones: el Premio de Poesía del Festival de Magia Hocus-Pocus (2015) y el IV Premio Alféizar de Novela 2019, con la obra Memorias de la cautiva.

Tres meses antes de la presentación de la novela, Carmen me invitó a dar una charla en Guadix, en el curso que ella impartía sobre Pedro Antonio de Alarcón, en el Aula Abierta de Formación Permanente de la UGR. Estábamos en conversaciones sobre la presentación de la novela, todavía de próxima aparición. Me contó algo sobre el argumento y, no sé por qué, me vino a la cabeza el personaje de Jorge de Córdoba, de El capitán Veneno de Pedro Antonio de Alarcón. Quizá fuera por esa similitud del soldado herido cobijado y atendido en una casa, que luego termina enamorándose de la hija de la familia que lo ha acogido, al igual que ocurre con el sargento Jean Calmel y Pipa.

Con la entrada de las tropas de Napoleón en Guadix, 16 de febrero de 1810, la vida de la familia Martínez se ve alterada ante la obligación de hospedar en su casa al sargento Calmel. El amor que surge entre Pipa, la hija mayor, y el militar francés sobrevive en este ambiente convulso de la guerra. Durante la ocupación de la ciudad, la familia tiene que afrontar las tensiones del conflicto y la tragedia final que llevará a la muchacha y a un hermano pequeño, Torcuato, a vivir un destino incierto. La historia, basada en un hecho real, Carmen nos la desvela con gran maestría narrativa en el libro.

Por aquel entonces, Guadix es un ciudad que vive en una “cómoda posición”, pues contaba con la mayor parte de los resortes administrativos, sociales y económicos que se precisaban para el normal desenvolvimiento en el Antiguo Régimen. No obstante, su posición como cabeza de corregimiento y sede episcopal, dos significados baluartes en los que apoyaba su condición de ciudad en la España Moderna, entrarán en franco declive cuando el régimen social, político y económico que los sustentaba comienza a perder legitimidad frente al nuevo concepto económico y político del liberalismo emergente y triunfante, en estas primeras décadas del siglo XIX, en algunos países. La guerra de la Independencia provocará un fuerte impacto en la economía de la zona, del que tardará tiempo en recuperarse. La ocupación de las tropas francesas supuso la esquilmación de la escasa riqueza habida, salpicada de saqueos, expolios, cosechas arrasadas y destrozos en inmuebles y edificios públicos.

Los cantos rodados nos traslada a esta época, ilustrándonos con su relato una de las muchas historias que debieron producirse en este tiempo de invasión francesa. La novela en su trama narrativa se estructura en un presente (Laurens, 1879), donde arranca la narración de la historia, iniciándola en un momento difícil: la llegada de Pipa y Torcuato a Béziers en busca de su marido, Jean Calmel, y en el hecho desagradable de la entrada de Pipa en prisión.

Carmen juego con el tiempo para construir esta novela. Su cronología narrativa va desde el final de una vida, en un alarde de remembranza de una trayectoria vital, hasta volver a ese momento en que se hace balance de la existencia personal, como si se quisiera recopilar el tiempo vivido para que no se diluya en el olvido.

Nuestra autora nos abre con esta novela al conocimiento histórico de este tiempo, pero dándonos una visión más cercana de la vida, a la cotidianidad, capaz de descubrirnos los sentimientos y emociones que embargaban a aquella gente. El sentido histórico en la novela conecta con una historia real, lo cual nos hace que no solo conozcamos los avatares de sus protagonistas, también nos aproxima a momentos históricos que ilustran al lector.

Esa visión de la cotidianidad que la autora nos alumbra, lo hace con múltiples detalles en torno a cómo podía ser la vida en ese tiempo y a las circunstancias que la condicionaban, a la resistencia del pueblo ante el invasor, hasta el punto de sabotear los suministros, los víveres y el agua al enemigo. Todo ello se percibe en los detalles a los que alude: entrada de los franceses en la ciudad, asentamiento en distintos enclaves urbanos, su relación con la población, las acciones de rapiña…

La autora se aproxima también a la disyuntiva entre los que rechazaban sin paliativos al invasor y quienes mostraron cierta simpatía con los franceses, los llamados afrancesados.

El lenguaje narrativo, adornado con la sencillez y la proximidad en las expresiones, nos hace la lectura más dinámica y fluida. Los muchos elementos narrativos contenidos entre sus páginas abren en el lector la curiosidad por conocer otras historias de personajes secundarios que quedan meramente esbozadas.

Esta novela, ciertamente corta, podría convertirse en un ‘novelón’ a poco que su autora se hubiera lanzado a ampliar algunas de esas otras historias de personajes que parecen demandar más atención, como si los viéramos deseosos de mostrar más secuencias de su vida. Como el tío Pepe, capaz de romper con los prejuicios de la época y marcharse a Montpellier, con una encomiable valentía, junto a su gran amor, el hacendado Hippolytte, hasta el punto de dejar su Guadix natal.

 

miércoles, 18 de enero de 2023

POZO PRÓDIGO de Goya Gutiérrez

 


Hace unas fechas, Goya Gutiérrez me pidió una colaboración para la revista Alga, que tan magistralmente dirige. En la preparación del artículo, que representa una pincelada de los múltiples recuerdos suscitados en mis viajes a Nueva York, fui leyendo su poemario Pozo pródigo (Olifante Ediciones de Poesía, Zaragoza, 2022). La lectura me trasladaba a muchas de las sensaciones que la Gran Manzana me provocó: reflexiones del caminante que somos, los pasos erráticos vespertinos que buscaban descubrir nuevos horizontes entre las luces cambiantes de las inmensas alturas, o miradas sobre algunas vidas imposibles de ocultar, que solo pretenden sobrevivir en la impostura fastuosa de la ciudad. 

Goya no es ajena a este blog, han sido reseñados otros poemarios suyos: A pesar de la niebla y Lugares que amar. Aquí están. Y, adornando su trayectoria poética, otros de enorme talla: De mares y espumas, La mirada y el viaje, El cantar de los amantes, Ánforas, Hacia lo abierto o Grietas de luz.

En Pozo pródigo, su última entrega, Goya Gutiérrez culmina el poemario con una dedicatoria muy especial: “Al poder feraz de la palabra”, el mejor alegato para comprender que la palabra es el valor más importante que tiene el ser humano, capaz de hacerlo más humano, en ocasiones más inhumano, hasta llevarlo al éxtasis del pensamiento. Sin el don de la palabra probablemente estaríamos inutilizados para bucear en el universo de la reflexión.

Y esa palabra, con toda la fuerza de que es capaz de proyectar, nos catapulta en la búsqueda del camino a seguir hacia tantas y tantas promesas que nos hacemos en la vida, como si ese epílogo que la autora nos muestra, “Aguardar el ocaso desde nuestra terraza, / recorrer la vereda crepuscular del riesgo / que nos ha de enfrentar a la niebla y su nada, / mientras puede surgir el asombro, / conjunción luminosa / que ensanche la palabra de agradecer lo dado”, no fuera más que el comienzo de todo.

Pozo pródigo se presenta en dos propuestas: ‘In itinere’ y ‘Amor de trenza, fuerza del carbunclo’. La primera, el camino de los itinerarios de la reflexión que nos sumerge en la mirada introspectiva, hasta reconciliarnos con nosotros mismos cuando todo parece adverso. Compone una suerte de acordes para sintonizar con el yo que nunca deseamos disperso en la vaguedad de los sinsabores del camino, ni siquiera cuando la oscuridad nos inunda: “La noche es una tregua sobre la hoguera que ahuyenta / las alucinaciones / y las vierte en el intenso cuenco del ensueño.”

Y luego, las estaciones, “testigos del tránsito de huellas individuales, / colectivas, / de la duda, la frontera entre el desierto y el oasis”, donde se agolpan los trenes pendientes de la vida, el llanto de la ausencia del primer amor, los recuerdos de tiempos antiguos, los trenes que regresan. Un camino para avanzar por las sombras y las aversiones que convulsionan el sosiego que buscamos sin descanso, donde las imágenes de la desolación, la nostalgia y la intemperie se dirigen a la búsqueda donde hallar tanta paz, tanto amor, tanta necesidad de vivir.

Dejemos que el caminante resista ante todos los avatares que entorpecen sus pasos, que lo derivan hacia la dispersión errática, dejemos que no pierda la ilusión, y así Goya nos lo quiere desvelar: “Pero la caminante se apoya en la esperanza / frente a la aspereza de los desiertos / de encontrar comprensión en el pozo pródigo / de los errantes / que, amplios y perspicaces, / saben distinguir la verdad bajo la arena, la sal, / las piedras o las nieves.”

En el ‘Amor de trenza, fuerza del carbunclo’ irrumpe la casa, metáfora de la calidez que pretende arropar al caminante que, sin descanso, busca el remanso de una paz que los caminos no le han brindado. La casa, el pozo pródigo para el errante. La casa en toda su significación más temporal y material: las sillas, las lámparas, las vitrinas, los platos, las copas, las despensas…, pero también en toda la simbología de hogar donde cobijarnos, donde abstraernos de los peligros que nos acechan, donde ahondar en la reflexión y los recuerdos, donde la poeta recoge con su sutil vasija “los aromas sonoros, los aromas infames, / el rostro de luz y su reverso / a los que dará nombres y entregará.”

La casa donde recordar personas y espacios, sensaciones que confortan, recuerdos de la infancia, emociones que perduran en el tiempo como asidero de la vida, como si en ella el tiempo ya no existiera: “Hoy, que no ayer, la casa nos abre sus entrañas. / Alumbra tras los muebles la dulce mansedumbre.”

Pozo pródigo, el poemario de Goya Gutiérrez, que cautiva en su caminar lento y sonoro, de versos que encierran mundos por descubrir; los nuestros, los primeros. Pasos que nos llevarán hasta los rincones que se esconden en nuestro pensamiento, los de antes y los de ahora, los que son el tesoro de la memoria.

 


jueves, 29 de diciembre de 2022

ASKATU. PORTAL NÚMERO SEIS de Antonio Lara Ramos (reseña de Dori Delgado en 'Los Diablos Azules', Infolibre)

 


Otra puerta sobre Euskadi

  • En esta novela, Antonio Lara Ramos aborda los últimos años de la banda terrorista ETA desde una perspectiva serena, pacífica y original

·  Singular importancia tiene la recreación del asesinato del concejal Isaías Carrasco, que pone al lector frente a la crudeza y el dramatismo que han amenazado a la sociedad española durante cuarenta años

Dori Delgado García

22 de junio de 2022 20:00h

Askatu. Portal número seis

Antonio Lara Ramos

Esdrújula (2021)

Tras un tiempo de silencio literario, desde Cae la ira (2018), el polifacético historiador, ensayista y novelista Antonio Lara Ramos nos ofrece ahora su obra más extensa y lograda, Askatu. Portal número seis. Una novela en la que aborda los últimos años de la banda terrorista ETA desde una perspectiva serena, pacífica y original. La publicación además coincide con el décimo aniversario del anuncio del cese de la actividad de la banda terrorista. 

Con un inicio enigmático: "Dicen que una noticia puede ser un motivo de alegría o un pájaro de mal agüero", la novela abarca el período desde el que se produce el abandono de las armas hasta los intentos de cerrar las heridas con la aparición de los arrepentidos y el proceso de normalización de la convivencia. Es esa transición difícil entre la violencia y la paz. 

El protagonista, Carlos Oreno, un joven ingeniero andaluz, evoca desde su siguiente destino profesional en Oslo las inquietantes vivencias personales y profesionales en la ciudad de Mondragón, donde tuvo que manejarse en medio de un clima hostil, conviviendo con tensiones, prejuicios, sospechas y miedos. Con el cierre de una etapa en la vida de Carlos, se cerraba también otra en la historia de España.

Alrededor del protagonista pululan una gran variedad de personajes bien definidos, redondos, poliédricos, que encarnan tantos matices, aristas y posturas como puedan darse en la historia de cualquier persona y, en concreto, en la población del País Vasco durante aquellos años. La historia se va construyendo junto a ellos (señora Mayca, el viejo Arriola, Amagoia, Amaya, Aitor…) que van aportando los elementos narrativos para hacer de Askatu un relato donde se propone las distintas visiones que el fenómeno terrorista suscitó en la sociedad vasca y española. Singular importancia tiene la recreación del asesinato del concejal Isaías Carrasco, que pone al lector frente a la crudeza y el dramatismo que han amenazado a la sociedad española durante cuarenta años. 

Además del atentado, en la novela se hace un seguimiento del destino del asesino. Su absolución y su posterior condena es vivida por los personajes de la novela con angustia, con alegría o con tristeza, como se vivieron los atentados, secuestros, extorsiones, manifestaciones y condenas durante aquellos años. Lara proyecta una mirada observadora, no exenta de empatía, en su afán por mostrar y acaso respetar todas las posturas involucradas en los hechos.

Junto al tema central del asesinato de Isaías Carrasco, hay una gran riqueza temática. El protagonista se enfrenta a retos profesionales, a la construcción de la amistad y a los vaivenes de las relaciones amorosas. También están presentes problemas familiares y sociales de gran crudeza como el alcoholismo, la droga, la corrupción, las enfermedades mentales o la emigración forzosa de los jóvenes españoles para conseguir empleo. Los aparentes sucesos triviales y cotidianos se mezclan con temas tan profundos como las relaciones sociales y la incomunicación. La justicia y la injusticia, la vida y la muerte con toda su crudeza se hacen hueco entre las páginas de este libro.

Antonio Lara maneja a la perfección el ritmo de la narración, conduciéndonos con mirada detectivesca hacia un análisis reiterativo y casi obsesivo del atentado perpetrado. Esta investigación es llevada a cabo por Pablo, el padre del protagonista que, a pesar de proceder del sur, alentado por su experiencia personal se erige en el personaje más interesado por la realidad vasca y por este desgraciado hecho histórico.

El autor se recrea en descripciones minuciosas a cámara lenta, volviendo una y otra vez sobre un mismo acontecimiento para desgranar detalles e incluir nuevos puntos de vista sobre el suceso: lo que hizo cada personaje, lo que fue, lo que pudo haber sido. Todas las incógnitas a las que nos enfrentamos cuando ocurre algo tan dramático y sobrecogedor se agolpan en nuestra cabeza, cada vez con mayor tensión.

Nos encontramos ante una novela caracterizada por el mestizaje, tanto en temáticas y técnicas narrativas como en subgéneros: novela histórica, de viajes, de aprendizaje (bildungsroman), lírica, romántica, policíaca o gótica, por momentos. 

Todo ello está magistralmente ensamblado con fluidez, con gran habilidad en el cambio de temas y de técnicas narrativas. El monólogo interior se alterna con el diálogo y la descripción. Hay múltiples saltos en el tiempo, cambio de espacios, de situaciones, de personajes y de puntos de vista. Estamos ante una novela en la que, como en la vida misma, conviven distintas tramas que ocurren en varios sitios de forma simultánea, planteando un final abierto y, a la vez, cerrado. 

Antonio Lara domina el arte de crear suspense y sorprender. Unas veces con lentitud detallada y otras, con agilidad narrativa cuando es necesaria para mantener la tensión durante tantas páginas. Esta agilidad se muestra incluso en el manejo de los signos de puntuación, en una sintaxis construida con oraciones rápidas y cortantes. 

La novela no solo cuenta con una gran riqueza de vocabulario en español sino que además incluye la variedad diatópica del español hablado en el País Vasco, por ejemplo, el uso del condicional. También incluye palabras en euskera, lo que revela el carácter de investigador, las dotes de observación y el profundo conocimiento de la cultura vasca que posee el autor.

El carácter híbrido, el análisis riguroso, la reflexión y el buen manejo narrativo, que evita que el lector caiga en la monotonía, son algunas de las señas de identidad de una novela que hace una foto fija de la vida española durante varias décadas. Una novela que nos permite reencontrarnos con uno de los capítulos más dolorosos y apasionantes de la reciente historia de España. 

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* Dori Delgado García es escritora y profesora de Lengua y Literatura. Autora de 'El jardín herido' (Entorno Gráfico, 2021). 

sábado, 10 de diciembre de 2022

PLAZA DE ABASTOS de Teresa Gómez

 

La poesía de Teresa Gómez llega hasta esos lugares más recónditos que a uno le cuesta descifrar y, a mí, me traslada a vivencias cotidianas, donde la melancolía es el nicho en el que se albergan tantas y tantas, y muchas sensaciones.

Plaza de abastos (Fundación José Manuel Lara, col. Vandalia, 2022), con prólogos de Ángeles Mora y Juan Carlos Rodríguez, es esa melancolía donde me he refugiado en estas tardes de un otoño díscolo, que ni parecía otoño, ni nada similar, capaz de traerme el sosiego y el intimismo que siempre he buscado en esta estación.

Plaza de abastos es un libro escrito antes (entre 1980 y 1985) para expresar lo de antes, y vuelve a ser de ahora, de lo que anhelamos y sentimos ahora, como si el tiempo fuera solo un instante que no cambia nuestras vidas.

Ángeles Mora nos recuerda en su prólogo que “es un libro de iniciación, podríamos decir, aunque poderoso, llamativo, original”, un libro que en aquel mundillo literario de la Granada de los ochenta, cuando la Otra sentimentalidad se abría paso, había levantado “bastantes expectativas”.

En Plaza de abastos, Teresa Gómez articula un discurso como si pretendiera hacernos creer que el tiempo no existe. Se compone de varias partes. En “Variaciones sobre un tema inesperado” los sentimientos del amor emergen como carta de presentación, como si quisieran subyugarnos: “Apostada en tu cuerpo como en ninguna plaza / donde la espuma llega sin más olas”.

En la segunda entrega, “Oferta”, el cuerpo late acompasado con la pasión y, aunque “no es posible dormir con tanto frío / y la luna entres nublos”, a pesar de todo, “pero aprendimos juntos / en las noches de insomnio”.

La tercera parte, “Ocasiones”, nos inunda de poemas que se hacen vitales, donde la vida fluye alrededor de Teresa, los momentos que despiertan su curiosidad, descubrir la ciudad después de la lluvia, los sentimientos que la rodean: “Buscadme por su rostro malherida de calles, / aventurada y sola”.   

Finalmente, “Demanda”, transita sobre estampas de la vida cotidiana que nos catapultan a recorrer las calles, a descubrir el amor en cada excusa, y se agolpan las vivencias y los recuerdos de noches que se alargan hasta la madrugada. En estos poemas finales de Plaza de abastos la autora no descuida su escritura intimista para hacer que su cúmulo de experiencias –la noche inagotable, el cuerpo del amado, las caricias que dejan huella, la mirada del farsante que la enreda– sea compartido con el lector.

Sí, Plaza de abastos es un libro escrito antes para expresar lo de antes, y vuelve a ser de ahora, de lo que anhelamos y sentimos ahora. El tiempo es un instante, no cambia nuestras vidas, “ya sólo queda el tiempo”.

El recordado Juan Carlos Rodríguez escribía en 1986, en la presentación de Teresa y de este libro, que le “hubiera gustado ser Espronceda para escribir un Canto a Teresa. O quizás me gusta seguir siendo un lector para saborear mil veces esa línea increíble de amor que Teresa nos ha dejado escrita: “Te pareces a mí cuando amanezco”’. Eso mismo quiero decir yo.