miércoles, 22 de enero de 2014

TRAS LEER "LA RENTA"DEL DOLOR"...

TRAS LEER "LA RENTA"DEL DOLOR"..., la reseña de una lectora, Isabel Martínez Peral, maestra, que no me resisto en compartir con todos vosotros:

Buenas noches, Antonio:

Hace unos días que tengo ganas de escribirte para expresarte mis impresiones de “La renta del dolor”, que ya he leído. Es una novela excepcional, escrita con la profesionalidad de un escritor consolidado (no parece que sea la primera), un escritor sensible que conoce muy bien a su personaje, un escritor que se ha sentido atravesado por la historia de una mujer excepcional, Matilde Santos, una de esas tantas mujeres que con su lucha tanto hicieron por las gentes de este país. 

El lenguaje de la novela es riquísimo, muy cuidado, de gran intensidad, intimista. De tu pluma, Antonio, haces que paseemos junto a Matilde por las calles y rincones hermosos de nuestra ciudad, fijándote en detalles que hacen que se nos llene el alma de Granada, de la Granada de otro tiempo que nos has descrito con hermosas estampas costumbristas. 

Me he sentido subversiva y clandestina como Matilde, como Valen, como Juan Carlos, Nicolás y Alicia (esa Alicia que pienso que tiene algo de ti al convertirla en la persona a la que Matilde cuenta su historia). Leyendo la novela la complicidad me ha abrazado y me he sentido Matilde, luchadora y justa, fiel a sus ideas y a ese amor que se vio truncado por el exilio. El maestrito es una figura tan especial para mí. Un maestro de la República, enamorado de su profesión, que está convencido de que salvando a los pobres de su ignorancia, se contribuye a salvar el mundo. 

Ha habido pasajes, muchos, de innumerable belleza, de gran intensidad y dramatismo por la crudeza de lo que contaban, pero aún así tan hermosos como desgarradores. Éste se encuentra entre uno de mis favoritos: “La ciudad se estremecía entre el hambre, que cabalgaba con espuelas doradas a lomos de un caballo bronco y de mal genio, y la suciedad que parecía haberse enquistado en todos los recovecos. Y ya no quedaban fuerzas para desterrarla, porque no había manos tan potentes, mermadas como estaban por la fatiga provocada por el desconsuelo. Era un tiempo de hambre, donde la infancia quedaba borrada por juegos inexistentes y días de ayuno obligado, sin un mísero pedazo de pan negro que echarse a la boca. Un tiempo en el que se cambiaba la escuela por las dehesas y los montes bajos, donde cargar haces de leña que sirvieran para calentar en la casa el agua con algún tropezón contenido en una abollada olla percudida y tiznada por las llamas desiguales de un fuego anárquico. Eran los años en que los chiquillos tenían por única escuela la que les ofrecía la vida de una ciudad entristecida, donde rebuscaban una perra gorda cambio de algún trabajo degradante para criaturas de menguados años, que poco o nada podían hacer, pero que eran empujados por la penuria de un racionamiento que siempre se quedaba corto para saciar un hambre atrasada que no hacía más que engordar. Las delicadas manos de un niño agrietadas y cargadas de sabañones eran la única muestra de su aprendizaje, mientras observaban interminables colas de mujeres, sosteniendo a sus hijos palidecidos por el hambre y la enfermedad, con los ojos cubiertos de costras, a la espera de entras en el hospital de San Juan de Dios para que se los aliviaran y los pudieran abrir.”

Antonio, puedo asegurarte que cuando leí esto se me saltaron las lágrimas, por dos razones: 1)porque evoqué la infancia de mi padre que tantas veces me ha contado (soy hija de un pastor muy humilde y analfabeto que desde que tenía tres años iba al monte con ovejas y que cuando llegaba la noche, en vez de asistir a la escuela nocturna, azotado por el crudo frío de Dólar y el hambre, iba a la puerta de la posada del pueblo para que le sacaran pan duro del que les hubiese sobrado) y 2) porque, cuando me embarga el desánimo, me veo rodeada aquí en Ugíjar de niños del siglo XXI que, también, están hambrientos, sucios y pasando calamidades y penurias que van creciendo a pasos agigantados. No puedo dejar de pensar que hemos agotado un ciclo histórico con demasiada celeridad y que nos sumergimos de nuevo en esa pobreza. 

La historia de la vida de Matilde Cantos, La renta del dolor, es una novela que llena, que no defrauda, que enriquece. He de confesarte que leyéndola han aflorado en mí sentimientos y sensaciones que afloraron cuando leí “Inés y la alegría” de Almudena Grandes, una novela preciosa y muy bien escrita que, también, cuenta la historia de una gran mujer. (Si no la has leído, te la recomiendo). Eso sí, en Inés, además del activismo político, se cuenta con mayor detalle la historia de amor de dos de sus personajes, algo que a mí personalmente me gusta. 

En fin, sólo quiero darte las gracias por el regalo que nos has hecho, por ese retrato de la situación política y social de un momento importante de nuestra historia y animarte para que sigas escribiendo, aunque me imagino que ya tendrás algún que otro proyecto entre manos. 

Has sido un gran descubrimiento, enhorabuena por la maravillosa historia que has compartido con nosotros.

lunes, 20 de enero de 2014

'La renta del dolor' en 'La Hora Extra' de Ana Borderas

En la mañana del pasado día 17 de enero, el programa de la Cadena Ser 'La Hora Extra', que dirige y presenta Ana Borderas, se hizo eco de La renta del dolor.

Aquí os dejo el enlace.
La reseña de La renta del dolor se inicia a partir del minuto 15.



domingo, 19 de enero de 2014

Reseña de Esteban Navarro de 'La renta del dolor'

El escritor murciano Esteban Navarro, que fue finalista del Premio Nadal en la edición de 2013 con La noche de los peones, ha reseñado La renta del dolor en su página web.

Os invito a leerla, merece la pena.