domingo, 13 de marzo de 2016

EL SEGUNDO HIJO DEL MERCADER DE SEDAS


Los libros tienen sus pequeñas historias, llegan a nosotros y terminan formando parte de nuestra vida. En mi relación con los libros leídos, como supongo ocurre a todo el mundo, suele haber siempre algo que los vincula a uno para siempre: una historia que influye en el modo de pensar, una lectura vinculada a un viaje, un libro comprado en un momento que no se olvida, un personaje que estará siempre en la memoria, una anécdota que suscita un grato recuerdo o una lectura que nos proporcionó ratos de disfrute y de gran placer.

En el año 1995, además de profesor, yo era vicedirector del instituto Padre Poveda de Guadix. Entre las atribuciones de mi cargo, me tocó organizar la semana cultural del centro. Una de las actividades que se programaron fue la presentación de El segundo hijo del mercader de sedas, la ópera prima del abogado laboralista Felipe Romero. La novela llevaba publicada pocos meses, su éxito empezaba a ser relevante y entendimos que por sus connotaciones históricas y el personaje central, un adolescente, podía ser un texto de lectura muy adecuado para nuestros alumnos. Quizás no se tratara de una novela con un gran valor literario, pero estábamos ante un texto sencillo, con una historia bien contada y de lectura fácil, virtudes suficientes para embaucar al lector y a nuestros alumnos.

Han pasado veinte años de aquella charla que ofreció Felipe Romero a los alumnos de mi instituto. También han pasado dos décadas desde que leí El segundo hijo del mercader de sedas, y cuando camino por la calle Colegio Catalino, plaza de las Pasiegas o la calle Oficios, en el entorno de la catedral, o cuando paseo por la carrera del Darro, el paseo de los Tristes o el Albaicín, siempre me acuerdo del adolescente Alonso Lomenillo (posterior carmelita fray Alonso del Amor de Dios), segundo hijo del mercader veneciano Esteban Lomenillo, afincado en Granada desde 1576. Y me acuerdo de Felipe Romero y de la historia que nos cuenta en esta novela. Una historia narrada a través de los ojos de Alonso en la que descubrimos el juego de intereses y tensiones en el que vivía aquella Granda de conflictos de fe, que habían perdurado más allá de la conquista de la ciudad por los Reyes Católicos en 1492. Es el tiempo (finales del siglo XVI y primeras décadas del XVII) en que se grabarían los fraudulentos libros plúmbeos del Sacromonte, como parte de la fiebre por aupar la fe católica en esta tierra e imponerla a la población morisca. Un periodo histórico en el que proliferaron todo tipo de argucias para atraer a la fe católica a un pueblo ignorante; y fuera, frenar la rebeldía y la expansión del protestantismo. Fue el tiempo del origen de manifestaciones religiosas (procesiones de Semana Santa), de la salida del arte a las fachadas de las catedrales y de las iglesias en forma de figuras religiosas, y de la denodada búsqueda de reliquias de santos. Todo a través de mensajes con tintes didácticos y supersticiosos, al objeto de atrapar a un pueblo ignorante en la fe católica y luchar contra los moriscos que no salieron tras su expulsión de 1568, hasta obligarlos a abrazar esta fe frente a las perseguidas prácticas musulmanas que mantenían en la clandestinidad.

Aquella mañana de primavera llegó Felipe Romero a Guadix con su libro bajo el brazo. Su sabiduría de orador letrado le permitió conectar con los alumnos rápidamente, y su charla despertó en ellos un gran interés por su novela. Era la primera vez que yo lo veía, se trataba de un hombre, ya jubilado, alto y robusto, de pelo y barba canos, y un gran conversador, como comprobé tras el acto en el tapeo al que lo invitamos. Además de este grato momento con Felipe Romero, la gran anécdota de aquel día vino años después, cuando supe que Felipe Romero no había querido faltar a la cita que tenía en Guadix con los alumnos del instituto. Todo indica que ese día había venido a Granada una representante de Planeta interesada en la novela. El segundo hijo del mercader de sedas había sido publicado ya en una editorial granadina, una de esas editoriales locales con precaria distribución que termina ahogando las novelas en la cuna. El interés que parece ser había despertado la obra en Planeta fue suficiente para que mandara a alguien a entrevistarse con su autor, y ese día coincidió con el acto de los alumnos del instituto Padre Poveda. La representante, al decirle Felipe Romero que habría de posponer la entrevista hasta cumplir con el compromiso, parece que no accedió a esperar un día más, pues tenía otras citas y debía continuar su ruta*.

Una década después fue cuando tuve conocimiento de esta circunstancia de la presencia de Planeta en Granada para ver a Felipe Romero. Me la contaría el escritor José Vicente Pascual. Según me desveló, Felipe Romero le había dicho que no pudo entrevistarse con Planeta porque tenía que cumplir un compromiso con los alumnos de un instituto de Guadix. Entonces le dije a José Vicente que ciertamente lo que le había dicho Romero era verdad, que efectivamente ese instituto era el de Guadix y que yo era quien lo había invitado para que viniera a dar una charla sobre su novela.

Felipe Romero, fallecido tres años después de visitarnos en Guadix, fue un hombre de palabra, sin duda. El segundo hijo del mercader de sedas ha tenido desde entonces un gran éxito editorial, son muchas las ediciones de esta novela que reposan en miles de hogares granadinos y de otros puntos del país.

* Añado, para hacer honor a la verdad, la oportuna aclaración de José Vicente Pascual a esta versión mía del asunto de Planeta, que él hace en su comentario: "La esencia del episodio que relatas sobre el interés de Planeta por "El segundo hijo del mercader de sedas" es la misma, aunque cabe una precisión: no se desplazó nadie de la editorial a Granada, sino que estuvieron dos días llamando a Felipe por teléfono, urgiéndolo para que se pusiera en contacto con la entonces directora editorial, Imelda Navajo. Felipe no pudo (no quiso) atender aquellas llamadas porque tenía, ante todo, el compromiso con el instituto."

2 comentarios:

  1. Maravilloso artículo, Antonio. La esencia del episodio que relatas sobre el interés de Planeta por "El segundo hijo del mercader de sedas" es la misma, aunque cabe una precisión: no se desplazó nadie de la editorial a Granada, sino que estuvieron dos días llamando a Felipe por teléfono, urgiéndolo para que se pusiera en contacto con la entonces directora editorial, Imelda Navajo. Felipe no pudo (no quiso) atender aquellas llamadas porque tenía, ante todo, el compromiso con el instituto y lo estaba preparando a conciencia; y por otras razones, todas determinadas por su lealtad inamovible a compromisos adquiridos previamente. Tiempos... Cuánto me has hecho recordar esta mañana. Un abrazo y muchas muchísimas gracias.

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  2. Acertada precisión, José Vicente, así queda constancia de lo que realmente ocurrió con Planeta. Y bien está que recordemos que fue un hombre de honor y de palabra, y por lo que a mí respecta, con los alumnos del instituto. Un abrazo.

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