Hace unos cuantos años me contaron tres historias ocurridas en los años
cuarenta del siglo XX en el pueblo de Noalejo (Jaén). Esas tres historias, que
tenían que ver con las rencillas políticas que se desataron al finalizar la
guerra civil entre los que aspiraban a hacerse con el poder municipal, las
represalias sobre los vencidos y las penurias económicas padecidas por la población
que propiciaron un aumento extraordinario de la práctica del estraperlo, son
ahora las que me han servido para escribir Cae la ira.
Las tres historias se entrecruzan, tiene puntos de confluencia, de modo
que es como si estuviéramos ante una sola historia. Porque las vidas que las
protagonizan son al fin y al cabo las mismas, de un modo u otro, y aunque uno
no sea protagonista de alguna de ellas, finalmente sí es espectador de la misma
y termina haciéndola suya y depositándola en el acervo personal de los
recuerdos.
Todo ocurrió finalizada la guerra civil. Si la guerra había desatado la
irracionalidad y la ira entre españoles, a su conclusión, antes que acabar con
ello, los dramas se alargaron durante bastante tiempo. El odio y la venganza
marcaron las represalias de los vencedores hacia los vencidos. Los años de
posguerra sumieron a la población española en una situación triste, plagada de
privaciones y miseria.
En Cae la
ira, a través
de la mirada de un niño, me aproximo a esos difíciles años. Las vivencias que
forjaron la niñez del protagonista en su pueblo natal nos desvelarán dos
sucesos que impactaron en su inocencia: el asesinato del alcalde de la
población a manos de un clan rival y las espurias maquinaciones que truncaron
el anhelo de su hermano mayor por llegar a ser guardia civil.
Apoyado en esta
visión del mundo de este testigo privilegiado, capaz de conjugar lo real y lo
irreal en una misma dimensión, esta novela permitirá observar la desgarradora
existencia de unas personas sometidas a las calamidades de la época, auténticos
héroes de su propia subsistencia, al tiempo que nos revelará la épica y la
dignidad con que afrontaron los rigores de aquel tiempo. Historias de gente sencilla que son parte de esas vidas individuales, sin
las cuales no es posible construir ningún pasado.
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