Con
el “Frontispicio para El abrazo contrario, de Rafael Saravia, pudo ser
texto ecuánime pero no había con qué”, Antonio Gamoneda nos inicia en la
lectura del poemario El abrazo contrario (Bartleby, 2017). Así arranca Gamoneda:
“Señorías:
Las
familias, semanalmente, juntan las uñas en racimos coléricos. Juntan
uñas y deudas; cada uña con su cólera, cada cólera con su deuda; la
contractiva, la alimentaria o la inclemente del inquilinato.”
Tuve
la oportunidad de asistir a la presentación de El abrazo contrario en la librería Picasso de Granada. La
oportunidad de escuchar en la voz del poeta algunos de los poemas nominados e
innominados, titulados y no titulados, que conforman este poemario lleno de versos
cargados de belleza, con un enorme sentido poético y la búsqueda incesante de
la armonía de las palabras.
El abrazo contrario está compuesto de tres propuestas:
Barrios de sal, Tejer fronteras y Derramas de luz, donde se mezclan
sentimientos, dudas, sarcasmos, quiebras, alegrías, y también paz, calma y
sosiego en nuestra relación con la vida y con lo que nos rodea. La primera, “Barrios de sal”, está
construida con un sentido más político y contestatario, con un sentido más reivindicativo. En “Tener
fronteras”, el amor es el protagonista en toda su extensión, como pilar
fundamental que sustenta la existencia del ser humano. La tercera, “Derramas de
luz”, nos introduce en la búsqueda del yo, en nuestra tendencia a traspasar más
allá del espejo que refleja nuestra imagen.
Dejo aquí
una muestra de la fuerza expresiva que se aprecia en la poesía de Rafael Saravia:
VI
Sostén la tierra entre tus dientes.
Guarda si es preciso su misterio entre las uñas, así,
entre hebras untadas de lágrimas no reconocidas.
Revelarás entonces la gracia.
El lugar donde el ego repone energía,
las tremendas necesidades del sexo y sus tambores…
Revelará sin temor los juegos que te hacen digna del
esfuerzo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario