Una invitación para viajar a la
orilla del tiempo*
ANTONIO
LARA RAMOS
Escritor,
novelista y ensayista (Granada-España)
Trinidad Gan
El tiempo es un león de montaña
Visor Libros (2018)
XX Premio de Poesía Generación del 27
Trinidad Gan (Granada, 1960) ha publicado varios libros de poesía: Las
señas del pirata (Cuadernos del Vigía, 1999); Fin de Fuga (Visor,
2008), que obtuvo el XX Premio de Poesía Ciudad de Cáceres; Caja de fotos
(Renacimiento, 2009), XII Premio “Surcos de poesía”; y Papel ceniza
(Valparaíso Ediciones, 2014). Ahora nos presenta su último trabajo, El
tiempo es un león de montaña (Visor Libros, 2018), XX Premio de Poesía
Generación del 27.
Con la madurez que se aprecia en su poesía, lo primero que hace la autora
en El tiempo es un león de montaña es invitarnos a viajar y ponernos en
camino. Para ello elige una ruta, “Carretera 50”, y como si hiciera un
ejercicio mentor acuna su invitación para que así podamos encarrilar mejor este
viaje por semejante carretera inhóspita hacia un tiempo en fuga, cuando no
detenido a orillas del silencio.
Sin importar la incomodidad del camino, ni los obstáculos, ni ese momento
tan peligroso entre dos luces en que se convierte el atardecer, cuando más
fácilmente asalta la confusión a nuestros ojos cansados, nos pone en marcha. No
obstante los riesgos de este trayecto no exento de nostalgia, merece la pena
emprenderlo, porque solo la nostalgia nos predispone para acopiar las fuerzas
necesarias si no queremos desistir en su emprendimiento. Y así es como se
entrecruzan vidas, otras vidas, que también buscan, anhelan, cómo vivir.
El tiempo es un león de montaña es un viaje por el tiempo, el
mismo que todos emprendemos, aunque a veces sea a ninguna parte. Ese tiempo,
inflexible a la vez que balsámico, dispuesto a intervenir en los aconteceres de
nuestra vida de ese mundo desmemoriado que nos persigue. Para ello, el continuo
implacable que lo caracteriza es proyectado por su autora metafóricamente en
cada uno de los poemas que configuran este libro.
El poemario se inicia con un primer poema a modo de prefacio, el citado
“Carretera 50”, para a reglón seguido dividirse en tres partes, como símbolo
del viaje personal que cada cual acometemos: “Noticia del león en las
ciudades”, “Reflejos en un ojo felino” y “Dentro de mí, la fiera”. En cada una
de ellas, Trinidad Gan hace una propuesta distinta bajo una misma inercia: la
búsqueda del tiempo que se fue y el que vendrá, el mismo que se nos escapa de
las manos y que marca nuestros ritmos de existencia, presto a “alborotarme
todos los recuerdos”.
En los trece poemas de la primera parte el león anda suelto por las
ciudades (“Sospechan que el león bajó de la montaña”), ciudades de todas
partes, hasta hacerlas inhóspitas, apremiadas por la sinrazón, convirtiéndolas
en tristes y afectadas por la barbarie: “El hombre, como dice la leyenda: / ese
raro animal que desconoce / todo aquello que no puede nombrar”. Y luego, esos
reflejos en el ojo de un felino que como destellos de nuestra propia sombra
saltan a los ojos del lector para estimular su existencia: “Palabra en
tránsito: / el latido del tren / tensa mis letras”. Finalmente, en la tercera
parte, “Dentro de mí, la fiera”, otros trece poemas nos atisban la bestia que
salta dentro de nosotros, esa fiera que llevamos dentro, a veces indómita, en
ocasiones sintiéndonos arrinconados por las obsesiones que nos persiguen: “¿O
tal vez era sólo ella misma / ese animal mojado que parecía cercarla”.
El poemario es un trasiego que conduce hacia el momento en que el león en
la montaña termina atrapando a su víctima indefensa: “ponía sólo en mí su
mirada de intriga, / la fijeza letal de unos ojos selváticos”, hasta que “al
fin me dio caza”. Así, paso a paso, con la maestría con que lo hace su autora,
con versos que avivan rescoldos interiores de modo subyugante.
No sé, como dice Trinidad Gan, si iniciar este
viaje tendrá sus riesgos, pero viajar a través de los versos de El
tiempo es un león de montaña es suficiente para
provocar el efecto de sentir que el recorrido será compartido entre ella y
nosotros, como la búsqueda continuada a que nos somete nuestra propia
existencia. Estimula apreciar el componente narrativo del lenguaje, cómo se
articula la poesía en este poemario hasta el punto de que su lectura alcanza la
perfecta simbiosis entre narración y lírica, algo que la propia autora
justifica muy pronto al elogiar lo imperfecto que está en nosotros, de modo que
nos “roce su trazo de belleza, irremisiblemente humano”.
Nos enfrentamos, por tanto, a un poemario al
que debemos acudir para escarbar en los riesgos de vivir, en la acuciante
necesidad de ser como almas que navegamos sin rumbo ante una realidad incómoda
e inundada por la vocación de huir hacia un destino que tal vez no llegue
demasiado lejos. Así, de ese modo, como Trinidad Gan nos transmite, con la duda
alentada más allá de cualquier certeza.
* Reseña publicada en Álabe. Revista de la Red Internacional de Universidades Lectoras, nº 19, enero-julio, 2019
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