Hasta
ahora no había leído nada de Olga Tokarczuk, la escritora polaca que
obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 2018. Ha sido para mí un gran
hallazgo.
Los errantes es
un libro singular. Quien pretenda leerlo tiene que carecer del prejuicio de que
algo que no es un relato continuado no le merece la pena leerlo. Se trata de una
obra compuesta por relatos, reflexiones,
introspecciones, apuntes históricos, ensayos y novelas cortas. Ese el mosaico que
configura esta novela tan atípica.
Me
recomendó este libro el poeta Miguel Ángel Contreras, cuando yo me dedicaba a
escribir un relato en torno a la ciudad de Nueva York y los viajes que he
realizado a ella. Se le tendré que agradecer, sirva esta reseña para ello.
Los errantes ofrece una visión de lo errático que es a veces nuestra
existencia, consistente en un conglomerado de vivencias que proyectan una
visión escéptica del mundo que nos rodea. En él, Olga Tokarczuk alienta con sus
pequeñas historias el fatalismo, el desencanto que nos enfrenta a las dificultades
a lo hora de afrontar la vida sin muchas esperanzas.
Relatos
como Kunicki, Zona de Dios, la huida de su hogar de Ánnushka en Los errantes
o el empeño de la pobre Joséphine Soliman
por recuperar ante el emperador Francisco I el cuerpo embalsamado de su
padre, expuesto en un museo por el insensible emperador de Austria, para darle
cristiana sepultura, son junto a tantos microrrelatos que componen este libro, tan
distintos, de temas singulares, un maravilloso viaje por el mundo y por la
propia vida.
La
continuada disección de la psicología el viaje que nos ofrece la autora, desde
su formación como psicóloga, como si pretendiera bucear en las entrañas de nuestros
viajes, de cualquier viaje, es una constante en esta obra. Por eso se adentra
en la mente de los personajes que desfilan por los relatos hasta desentrañarlos,
como si tuviera la intención de que nos reflejemos en alguno de ellos.
Los
errantes es un texto que combina la
autobiografía, el libro de viajes, el cuento, el relato novelesco y hasta el
ensayo filosófico, en el que se mezclan las vivencias, los sueños y las ficciones.
Todo bajo una escritura que congrega el sentido de la búsqueda, de la puesta en
marcha para recorrer tantos caminos como prefiera el lector, atravesada por un
nomadismo que es inherente al ser himno que vuela con la imaginación.
La obra está imbuida de
una prosa lírica e intimista, que su autora sabe expresar
con gran maestría. Realmente una recomendación que yo mismo hago extensiva a los
lectores de este blog.
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