sábado, 10 de diciembre de 2022

PLAZA DE ABASTOS de Teresa Gómez

 

La poesía de Teresa Gómez llega hasta esos lugares más recónditos que a uno le cuesta descifrar y, a mí, me traslada a vivencias cotidianas, donde la melancolía es el nicho en el que se albergan tantas y tantas, y muchas sensaciones.

Plaza de abastos (Fundación José Manuel Lara, col. Vandalia, 2022), con prólogos de Ángeles Mora y Juan Carlos Rodríguez, es esa melancolía donde me he refugiado en estas tardes de un otoño díscolo, que ni parecía otoño, ni nada similar, capaz de traerme el sosiego y el intimismo que siempre he buscado en esta estación.

Plaza de abastos es un libro escrito antes (entre 1980 y 1985) para expresar lo de antes, y vuelve a ser de ahora, de lo que anhelamos y sentimos ahora, como si el tiempo fuera solo un instante que no cambia nuestras vidas.

Ángeles Mora nos recuerda en su prólogo que “es un libro de iniciación, podríamos decir, aunque poderoso, llamativo, original”, un libro que en aquel mundillo literario de la Granada de los ochenta, cuando la Otra sentimentalidad se abría paso, había levantado “bastantes expectativas”.

En Plaza de abastos, Teresa Gómez articula un discurso como si pretendiera hacernos creer que el tiempo no existe. Se compone de varias partes. En “Variaciones sobre un tema inesperado” los sentimientos del amor emergen como carta de presentación, como si quisieran subyugarnos: “Apostada en tu cuerpo como en ninguna plaza / donde la espuma llega sin más olas”.

En la segunda entrega, “Oferta”, el cuerpo late acompasado con la pasión y, aunque “no es posible dormir con tanto frío / y la luna entres nublos”, a pesar de todo, “pero aprendimos juntos / en las noches de insomnio”.

La tercera parte, “Ocasiones”, nos inunda de poemas que se hacen vitales, donde la vida fluye alrededor de Teresa, los momentos que despiertan su curiosidad, descubrir la ciudad después de la lluvia, los sentimientos que la rodean: “Buscadme por su rostro malherida de calles, / aventurada y sola”.   

Finalmente, “Demanda”, transita sobre estampas de la vida cotidiana que nos catapultan a recorrer las calles, a descubrir el amor en cada excusa, y se agolpan las vivencias y los recuerdos de noches que se alargan hasta la madrugada. En estos poemas finales de Plaza de abastos la autora no descuida su escritura intimista para hacer que su cúmulo de experiencias –la noche inagotable, el cuerpo del amado, las caricias que dejan huella, la mirada del farsante que la enreda– sea compartido con el lector.

Sí, Plaza de abastos es un libro escrito antes para expresar lo de antes, y vuelve a ser de ahora, de lo que anhelamos y sentimos ahora. El tiempo es un instante, no cambia nuestras vidas, “ya sólo queda el tiempo”.

El recordado Juan Carlos Rodríguez escribía en 1986, en la presentación de Teresa y de este libro, que le “hubiera gustado ser Espronceda para escribir un Canto a Teresa. O quizás me gusta seguir siendo un lector para saborear mil veces esa línea increíble de amor que Teresa nos ha dejado escrita: “Te pareces a mí cuando amanezco”’. Eso mismo quiero decir yo.


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